viernes, 9 de abril de 2010

Delicias de la vida subterránea

El día empezó raro, con gente rara. Gente que hablaba sola, que se apuraba por subir al vagón y no le importaba que hubiera otra queriendo salir o simplemente codeando al que estaba adelante y quería entrar. Gente que se quedaba parada junto a la puerta, como con miedo a quedarse adentro, como si el tiempo entre estación y estación no alcanzara para llegar hasta la salida y pudiera quedar atrapada en ese mundo subterráneo, viajando eternamente en un tren, como en "Moebius". Gente desesperada por sentarse a la que vi bajándose dos estaciones después. Gente durmiendo, leyendo, o mandando un sms, y parada a su lado una embarazada, completamente ignorada. Vi bolsos cansados, incapaces de subir a la falda de su dueño, relajados sobre el asiento, en un vagón lleno de gente parada. Después vi gente que se apuraba por salir, por llegar a la escalera mecánica, incluso atropellando a otros, para parar luego tranquilamente en el kiosco a comprar una gaseosa. Y entonces salí a la calle, caminé, llegué a la esquina de la oficina, me choqué con otra gente que parecía desconocer la amplitud de la vereda y terminé puteando en voz alta, hablando sola. Está rara la calle, sin duda.