viernes, 24 de diciembre de 2010

10 años no es nada

Es muy loco cómo uno va haciendo asociaciones de ideas, pero así fue que me di cuenta: en estos días se cumplen 10 años de mi mudanza a Buenos Aires. 10 años hace que me fui de Uruguay, donde viví 25. Y ayer, cuando viajaba a Montevideo para pasar las fiestas con mi familia, escuché una conversación en el micro que me resultó relativamente reveladora. Un hombre y una mujer hablaban de direcciones, de cómo llegar a un lugar equis en la ciudad. Ahí fue que caí en la cuenta de que a estas alturas probablemente conozco más las calles de Buenos Aires que las de Montevideo. Es que a pesar de que 10 años no es mucho, para mi representan gran parte de mi vida adulta. Hace 10 años me recibí, dejé la casa de mis padres y me fui a vivir en pareja. Pero también hace ese tiempo que dejé todo lo que conocía, mi familia, mis amigos, para vivir en un lugar desconocido, donde ahora estoy construyendo una familia, donde tengo mis amigos.

jueves, 7 de octubre de 2010

el mañana de hoy

Hoy me di cuenta, durante un minuto, de que ese momento, en el que le cantaba a Luli sus canciones preferidas para dormir, iba a ser un recuerdo el día de mañana. Y de que probablemente ese mañana va a llegar más rápido de lo que pienso y de que por eso mismo tengo que disfrutar más el hoy, para que después, más adelante, no me arrepienta de no haber aprovechado el ayer.

viernes, 9 de abril de 2010

Delicias de la vida subterránea

El día empezó raro, con gente rara. Gente que hablaba sola, que se apuraba por subir al vagón y no le importaba que hubiera otra queriendo salir o simplemente codeando al que estaba adelante y quería entrar. Gente que se quedaba parada junto a la puerta, como con miedo a quedarse adentro, como si el tiempo entre estación y estación no alcanzara para llegar hasta la salida y pudiera quedar atrapada en ese mundo subterráneo, viajando eternamente en un tren, como en "Moebius". Gente desesperada por sentarse a la que vi bajándose dos estaciones después. Gente durmiendo, leyendo, o mandando un sms, y parada a su lado una embarazada, completamente ignorada. Vi bolsos cansados, incapaces de subir a la falda de su dueño, relajados sobre el asiento, en un vagón lleno de gente parada. Después vi gente que se apuraba por salir, por llegar a la escalera mecánica, incluso atropellando a otros, para parar luego tranquilamente en el kiosco a comprar una gaseosa. Y entonces salí a la calle, caminé, llegué a la esquina de la oficina, me choqué con otra gente que parecía desconocer la amplitud de la vereda y terminé puteando en voz alta, hablando sola. Está rara la calle, sin duda.

jueves, 11 de febrero de 2010

Tristeza nao tem fim...

Creo que todavía no me lo creo del todo. Anoche, en medio de una cena a solas con Fede, recibí uno de esos llamados que uno nunca quiere recibir. "Tengo malas noticias'', escuché del otro lado del teléfono. Entendía lo que me estaban diciendo, pero no lo comprendía. Me parece que por unos segundos se me nubló la visión y se me hizo un nudo en la garganta. Lo que Astrid me contaba era que Eduardo, mi querido compañero de dpa, había fallecido. Sorpresivamente. De un día para otro. Hoy la noticia está en todos lados. Eduardo Kimel fue un periodista prestigioso, que hizo historia. Pero para mi fue "Ecuador", "Kimel", "mi compañerito de banco", o lo que fuera. Era el compañero que me hacía reír, que me hacía enojar, con el que compartía la pasión por la comida, las charlas sobre los knishes, el Sarmiento, dónde se comía una buena pizza en Villa Crespo, o la música de Zitarrosa o los Olimareños. Era el que viajaba conmigo en subte para charlar un rato. O que me llevaba a casa en su auto a pesar de que no le quedaba de paso. Ayer, en medio de mis vacaciones y de paso por Buenos Aires, pude ir a despedirme de él un rato. Hoy, en Uruguay, sigo sin poder creerlo y tengo cierto temor de lo que voy a encontrar a mi vuelta. Me temo que quizás el silencio sea demasiado doloroso.

viernes, 8 de enero de 2010

Una luz en la oscuridad

El post de Aye me dejó pensando. Pensaba en esos pequeños momentos que nos alegran la vida. Y me acordé del otro día, en el subte. Dos músicos callejeros se cruzaron en un vagón. Aparentemente no se conocían. Intercambiaron sonrisas, historias. Y mientras uno tocaba su repertorio, el otro improvisaba acompañándolo y viceversa. Fue un momento especial, difícil de describir. Unos pocos minutos en los que nada importaba, sólo la música. Fue como una luz entre tanta oscuridad.